viernes, 10 de junio de 2011

Nuestra Lactancia (I). En el hospital.


Desde siempre había pensado en dar de mamar a mis hijos. Me parecía algo tan natural y tan sano!.A pesar de que en mi caso, mi madre no lo pudo hacer con mi hermano y conmigo y me había pintado la lactancia como "un mes horrible, en el que tú no te enganchabas, yo me saqué la leche, con todo lo que eso duele y no cogiste nada de peso". Y contarme todas las ventajas de la leche artificial ( "qué bien lo tomabais el biberón, qué saciados os quedábais, todo el mundo te puede ayudar y cuanto peso ganábais"). A mi esto me sonaba más a criar un cerdito que a un bebe, pero bueno.
Así que durante el embarazo leí un montón sobre la lactancia materna en exclusiva: cómo fomentarla desde el principio, con el "piel con piel" en el paritorio, las posturas adecuadas del bebe y la madre, el calostro, la subida de la leche... en fin, todo lo que cayó en mis manos sobre lactancia, todo me lo estudié. La teoría la tenía aprendida, faltaba la parte práctica...
Así que, nada más llegar a la habitación desde el paritorio, ahí  me puse a Enara a hacer prácticas. Mi sorpresa fue que ella quería engancharse, estaba muy predispuesta pero... yo apenas tenía pezón!. Se acercó una matrona que me comunicó lo que yo ya veía " tienes el pezón muy plano y te va a resultar muy dificil".
Pero yo me empeñé y me empeñé. A todo el personal sanitario que por alli aparecía, yo le preguntaba. Y allí todo el mundo "metía mano". Venga a estimularme los pezones, venga a poner a la niña...y nada. Acabé magullada y con un "chupón" en la areóla, por que Enara se enganchó a chupar en el lugar equivocado.
Hasta que apareció una matrona muy jovencita, Eugenia, que al ver el panorama, me recomendó unas pezoneras, que fueron las que me salvaron !.
Cuantas veces he mirado esta caja con alegría!

Sin ellas, no hubiera sido posible.

Así que del hospital solo recuerdo mis visitas a la sala de lactancia, para extraerme el calostro, que luego le daba a Enara con una jeringuilla pequeñita. Tambien empapaba la punta de la pezonera con ello, para que el reflejo de succión de Enara hiciera que la leche subiera. Y esperar el turno de Eugenia, para que me ayudara. Ella hizo posible "un comienzo" de lactancia en el hospital, apenas tres o cuatro chupetones, pero según me decía, aquello tenía buena pinta.
Salimos del hospital con una pequeña pérdida de peso de Enara, a pesar de que apenas había comido y con la incertidumbre de si se engancharía al pecho en casa o no, pero al menos, en mi caso, con la conciencia tranquila de que había hecho todo lo posible para que así fuera.
Y nos iba a sorprender, por que a pesar de ser pequeñita y del esfuerzo que supone mamar con pezonera, se portó como una auténtica campeona.

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